miércoles, 26 de mayo de 2010

Delitos de amor

Mientras exhalaba el humo de su cigarrillo observaba su café todavía intacto.
Tras varias horas de esperar a nadie, se levató y abandonó la vieja cafetería, solitaria, vencida por el paso del tiempo. Se dió la vuelta y pudo ver el cansáncio, la tristeza y la desesperación dibujados en su cara; pero aún así tenía la certeza de que mientras vivieran aquéllos clientes de toda la vida ella seguiría existiendo.
Se dirigió hacia ningún sitio por aquella pequeña calle, llena de recuerdos en venta. Fue a dar a una plaza antigua, circular, con una fuente redonda en el centro. Cerró los ojos, se sacó un duro, le dio la espalda a la fuente y abandonó a aquella pequeña moneda llena de deseos y esperanzas a su suerte. El duro se hundió en el agua hasta tocar el fondo, y con él se hundieron sus sueños.
En un rincón de la plaza había un viejo ciprés que parecía haberse escapado de un cementario, y justo al lado un banco que soportaba impasible los arrmuacos de una joven pareja deseosa de amor.
Siguió andando por los callejones, y tras varias horas, que quizás fueron minutos, de pasear por los callejones laberínticos de aquella ciudad, se detuvo sin darse cuenta y sin saber como delante de una antigua libreria. Al lado de uno de los aparadores, escondido entre los libros se dejaba ver un tímido cartel del tamaño de una tarjeta de visitas.

Entró a la tienda y preguntó al librero por aquél libro. Un hombre misterioso se lo entregó, y con ademán nervioso, como si tuviera ganas de que aquél libro abandonara su pequeña librería, se lo regaló.
La novela abandonó aquella pequeña tierra santa y por fin se sintió liberada. Él no pudo resistir la tentación de leerla así que se dirigió a su casa a toda velocidad.

Dicen que estuvo siete días y siete noches sin dormir, otros dicen que estuvo un mes desaparecido y los más fantasiosos dicen que estuvo cincuenta años vagando por un mundo imaginario y que cuando regresó el tiempo no había causado estrago alguno en su piel. Pero en lo que si todos coinciden es, en que cuanto terminó el libro, nunca más volvió a ser el de antes...

sábado, 1 de mayo de 2010

Mariposas

Inesperadamente las mariposas volvieron a revolotear en su estómago.
Volviendo de viaje solo soñana con llegar a casa, desnudarse y meterse sigilosamente en la cama. Y que él se diera la vuelta, le abrazara y le susurrara al oído "Te he echado de menos".