sábado, 29 de diciembre de 2007

Ellos

Él estaba ahí. Tumbado en la cama, roto, partido, hecho añicos… Llorando por esas alas que alguien le había cortado. Presa del presente, esclavo del pasado, con el futuro ausente… Y ellos dos se amaban, fundían su cuerpo en uno. Sus cuerpos ardían de placer. Caricias que quemaban, besos calientes, y un viaje hacia el cielo… Y él. En sus mejillas lágrimas de dolor, dolor por la ausencia de quien le dio alas para luego quitárselas, lágrimas por quien le ató el corazón, ausencia de ese ángel caído, de ese príncipe azul, que lo salvó de la vida, para arrojarlo a la soledad… Y ellos volaban, estaban en otro mundo, donde nada importaba ya, donde solo estaban ellos. Juntos por primera vez, amándose, sintiéndose, uno dentro del otro. Solos él y él… Y el frío de la noche le heló el corazón, secando esas lágrimas sin dueño, ese dolor ausente, haciendo constancia del abandono y de la soledad que le acompañaba… Ellos seguían subiendo, volando, amando, tocando las estrelles. Envueltos en un frenesí, llenos de pasión, vacíos de control, sin saber, sin tener conciencia… Y cuando sus lágrimas le ahogaban, cuando la soledad le consumía, cuando su ausencia le mataba, cuando sin él ya no vivía, tocó fondo… Y el torbellino de pasiones se fue haciendo cada vez más grande, hasta que ellos no lo pudieron controlar. Frenéticos, ya no pudieron parar, y les arrolló, les hizo daño, y se perdieron el uno al otro… Él, hundido en el fondo, sin poder continuar, y una lúgubre idea en su cabeza. Quería terminar. Miró hacia abajo, dio un paso y el teléfono sonó.

jueves, 27 de diciembre de 2007

60 segundos

Has sentido alguna vez la necesidad de volar, dejarte caer al vacío, sin importarte lo que venga después? Yo sí. A veces pienso que es la única manera de escapar de esta vorágine opresiva, de huir de la presión estresante, de este día a día sin sentido, monotonizado y convertido en rutina.
Entonces saltas. Y vuelas. Caes. Por fin eres libre. De repente un flashback de tu vida pasa por tu mente. Recuerdos felices, decepcionantes, frustrantes, tristes… Solamente recuerdos de una vida, agonizando en estos últimos segundos sabiendo que ellos se olvidarán contigo.
El viento te susurra los secretos de la vida, y entonces comprendes, abres los ojos y ves el principio. Entiendes la vida aceptando la muerte como una consecuencia de ésta.
En un instante, cuando por fin comprendes, cuando sientes todas las emociones, todos los sentimientos entrelazándose con tus recuerdos, cuando encuentras tu paz interior y sientes el máximo exponente de la vida, todo termina.
Llega la luz y tu alma es libre.